Los riesgos del placer

Para quienes han seguido la poesía de Margarito Cuéllar, siempre en busca de diferentes armonías, en todo instante regida por el seguro dominio de la rienda, cada una de estas narraciones le revelará una voz nueva. Por regla general, los cuentos escritos por poetas deslumbran por su significante y desilusionan por su significado. En cambio, cada uno de los textos en Los riesgos del placer han sido despojados de búsquedas formales evidentes: esencial, seco, en ocasiones próximo a la brutalidad, el estilo va en busca de la historia y no a la inversa. Como si recortara cada una de sus frases; consciente de que la navaja de la vida debe afilarse en la experiencia, aunque vuelva su brillo seductor contra nosotros, el autor coloca a sus personajes en escenarios y situaciones donde no les es dado elegir entre el cielo o el abismo, y donde el destino se encarga de confundir fronteras. No hay salvación para el animal deseoso: el placer es una experiencia a la cual sólo pueden aspirar los valientes, los enamorados o los locos. En las prosas de Margarito Cuéllar, estas tres palabras son sinónimos. Los riesgos del placer es un libro de cuentos de horror: ese horror que sus maestros -Edgar Allan Poe, Horacio Quiroga, Julio Cortázar- supieron transformar en potente belleza.