Autor: John Fitzgerald (Ver perfil del autor)
$35.000
Idioma: Español
Isbn: 978-958-8596-27-3
Tamaño: 13.5 cm x 21 cm
Tipo de papel:
N° de Paginas: 80
Presentación: Tapa Blanca
Resumen:
Elogio de la brevedad En la poesía de John F. Torres Sanmiguel no es importante lo que se nombra. Tampoco es importante lo que no se nombra, como suelen decir algunos con respecto a tradiciones poéticas orientales emparentadas directa o indirectamente con el haikú. Lo importante en este poeta es la tensión que se produce entre lo dicho y lo no dicho, el suspenso, el abismo que se abre a nuestros pies. La palabra nombra algo, el silencio designa algo, y en esa zona intermedia entre el lenguaje y el silencio aparece lo poético, la belleza que intenta precisar este autor con tanto esfuerzo. Pero no lo hace extendiéndose en lo paradojal ni acentuando la contradicción. Lo hace esbozando, dejando ligeros trazos sobre la página, con una economía de recursos que asombra. Hay un elogio de la brevedad que es, en el fondo, toda una ética. Si nos preguntaran dónde está la belleza en Torres Sanmiguel, en dónde ubica su estética este escritor, la respuesta está ante nuestros ojos: en el medio. Ni adentro ni afuera (ni centro ni periferia), ni abajo ni arriba (ni cielo ni infierno), ni aquí ni allá (ni cerca ni lejos), ni en mí ni fuera de mí (ni yo ni los otros): justo en la mitad. Desde la perspectiva de este curioso poeta, lo que hay entre el silencio y el lenguaje se llama poesía. En un segundo momento, nos surge otra pregunta igualmente inquietante. Si yo soy silencio y soy lenguaje a la vez, ¿qué es lo que hay entre mí y mí? En ese resquicio, en ese agujero que se abre en medio de la identidad, ¿qué o quién se abisma? Y aquí creo que podemos hablar de un cierto terror metafísico en la poesía de John F. Torres. No somos entidades compactas, sólidas. Parecemos más bien una suma de vectores que se subdividen en el tiempo. Y si entre mí y mí cabe algo, esa fisura no sólo se saluda con beneplácito, también intimida, paraliza, porque puede tratarse de una dimensión paralela, de una prueba contundente de que existimos en realidades fractales, en zonas de indeterminación. Y no hay nada más contemporáneo ni lúcido que este nuevo horror.